Efecto Rashomon

March 1, 2013

yael farache

Cuando pasó el autobús a rescatar a la gente, el hombre de fe se negó a subir. “No quiero quitarle el espacio a otra persona que pudiera necesitarlo más que yo” dijo y agregó: “Tengo fe en Dios, él me salvará”. El huracán rompió los diques del río y la ciudad se inundaba. A medida que aumentaba el nivel del agua, el hombre de fe subía por las escaleras del edificio a los pisos superiores. Cuando llegó al quinto piso se asomó por la ventana y vio un bote de remos pasar. El grupo de rescate le dijo que saltara por la ventana y que se subiera al bote, que lo llevarían a un refugio. “No quiero ocupar espacio en el bote” respondió el hombre de fe, “Dios me salvará”. La ciudad se inundó por completo, la devastación fue total, el hombre de fe estaba en la azotea del edificio cuando vio acercarse un helicóptero que le tendió una escalera. El hombre de fe se negó por tercera vez. Horas más tarde, con el agua al cuello y sollozando, el hombre de fe miró al cielo y gritó: “Dios, he hecho todo lo que de mí has pedido, he tenido fe en ti siempre, ¿por qué me has abandonado?” Dios no respondió y el hombre de fe murió ahogado.

Dos personas discuten esta historia. Uno es un ateo militante. El otro es un cura.

El ateo le dice al cura que si el hombre hubiese aceptado la ayuda de los grupos de rescate se hubiese salvado y que esperar la ayuda de Dios fue el error que lo sentenció a muerte. El ateo concluye que el hombre murió por su fe. El cura le responde que no se trata de eso, que Dios le envió al hombre de fe un autobús, un bote, y un helicóptero pero él no aceptó ninguno porque pensó que Dios se manifestaría de otra manera. Para el cura Dios nunca abandonó al hombre, lo que lo sentenció a muerte no fue su fe, sino su soberbia.

Estas dos interpretaciones contradictorias surgen de los mismos hechos. Ante la misma historia dos observadores interpretan dos cosas diferentes. Un mismo evento puede inspirar percepciones incompatibles, incluso contradictorias, en quienes lo observan. A este fenómeno se le conoce como el Efecto Rashomon por una película de Akira Kurosawa en la que hay 4 versiones incompatibles de un mismo crimen.

En nuestra cultura se considera apropiado respetar todas las percepciones de un hecho y darles el mismo valor independientemente de lo contradictorias que puedan ser. ¿Murió el hombre por su fe o por su soberbia? No lo sabemos, pero sí sabemos que tenemos que respetar ambas versiones. Lo que raras veces hacemos es preguntarnos de dónde vienen las diferencias. ¿Cómo se originan las interpretaciones de un hecho? ¿Cómo elige cada uno sus creencias?

Si le preguntamos al ateo de dónde se originan las creencias, te diría que las creencias son involuntarias. Que él, como escéptico, sólo puede creer en algo cuando encuentra que las evidencias son irrefutables. El ateo dirá que es imposible para él creer en una religión sin tener evidencias porque una afirmación extraordinaria requiere de pruebas extraordinarias. Para el cura, en cambio, el problema es de otro tipo. Para el cura creer en algo es un acto de la voluntad. Cada persona elige en qué creer independientemente de las evidencias, a esto es a lo que llama “fe”.

Para la mayoría de la gente la postura del ateo es más sensata que la del cura. Pero merece la pena considerar por qué. Si hablamos de creencias, los escépticos saben en qué creer cuando todo está resuelto. Es fácil creer en algo que está comprobado, pero cuando algo se comprueba deja de ser una creencia. Se convierte en conocimiento, en observación. El ateo, por lo tanto, no cree, se limita a conocer. Una persona no puede creer o no creer en la Ley de Gravedad, una persona puede entenderla, puede conocerla, puede observarla, estudiarla, o incluso puede experimentarla, pero no puede decidir si cree en ella o no porque es un caso resuelto. Sólo se puede creer mientras existe incertidumbre.

Esto es una idea importante si como yo tienes problemas para manejar la incertidumbre. A mí me costaba dormir si tenía un examen importante al día siguiente porque no sabía qué me iban a preguntar, por ejemplo. Una de las peores maldades que podías hacerme era contarme un acertijo y no darme la respuesta. Lo que me ponía más nerviosa era que alguien me dijera: “tenemos que hablar” me sentía mal todo el rato hasta que hablábamos. Después descubrí cómo manejar esa sensación de incertidumbre de una mejor manera, administrando mejor el escepticismo.

La incertidumbre no es otra cosa que escepticismo. Cuando después de estudiar sientes incertidumbre por el examen es porque piensas que aunque tú te has preparado tienes probabilidades de fallar. Crees que evaluando de forma fría todas las posibilidades, hay un porcentaje de escenarios en los que que todo sale mal. Es imposible acabar con la incertidumbre, siempre habrá expectativas y cosas por las que tendrás que esperar. Pero no hace falta eliminar la incertidumbre para eliminar la ansiedad, sólo hace falta atacar el escepticismo.

Técnicamente el escepticismo es lo opuesto a la creencia. Se trata de erradicar la necesidad de creer en algo más allá de la evidencia. Esa postura tiene su lugar en áreas importantes del conocimiento, como la ciencia. Imagina las trágicas consecuencias de tener un doctor que basa su práctica en sus creencias. Tienes un infarto y él cree que sabe qué hacer, quizás podría aplicarte unas hierbas curativas, lo leyó en un libro chino, tiene una corazonada de que eso te ayudará.

Pero el escepticismo es poco útil en otros ámbitos. Hace poco le enseñé a alguien el MBTI, un test de personalidad que divide a la gente en 16 arquetipos diferentes. Es un test que le suelo dar a la gente al conocerlos porque me ayuda a entender cómo son. Me dijo que no creía en él. Le pregunté por qué, y me dijo que “no habían suficientes evidencias de que es verdad”. Esa postura escéptica, la misma que en la ciencia es necesaria, es poco útil cuando hablamos de categorías mentales porque las evidencias dan un poco igual si la herramienta es útil.

Un ejemplo de esta idea es el lenguaje. Hay pocas evidencias de que la palabra “mesa” y una mesa guardan algún tipo de relación. Podríamos cuestionar cuál es la validez del lenguaje si ninguna palabra se relaciona con lo que denota. ¿Deberíamos dejar de usar el lenguaje por eso? ¿Es el lenguaje inútil por carecer de evidencias que lo sustenten? ¿Qué ocurre con otras creencias?

Cuando digo que soy atea y soy teista a la vez algunos se ríen. Eso es imposible. Te estás contradiciendo. No tiene sentido. Quizás, pero supongo que depende de lo que las creencias signifiquen para ti. Soy atea, pero no por negar la existencia de Dios. ¿Cómo puedo yo saber si existe o no existe? Soy atea en lo práctico porque creo que uno debe actuar como si Dios no existiera en lo público, al relacionarse con los demás. No se debe obligar a nadie a hacer nada, ni se debe esperar del otro que comparta tus creencias. Pero al mismo tiempo soy teísta, porque creo que uno debe actuar en su casa como si Dios existiera, creyendo en todo lo que te haga feliz, fuerte, y sano, en lo que te inspire y te ayude a crear, independientemente de las evidencias. Si Dios existe o no existe, es irrelevante.

Las creencias son el arma para vencer la incertidumbre. Allí en donde nadie ha estado las creencias dibujan para ti un mapa. Da igual si coincide o no con el territorio si tenerlo en la mano te ayuda a atravesarlo. A lo que voy es que es útil creer en algo que te hace sentir bien. Si una idea te ayuda a ser fuerte, y a trabajar por lo que quieres da igual si es cierta o no. Cuando entiendes ese punto, comprendes que las creencias no son algo que te sucede, sino que puedes usarlas como herramientas.

La mayoría de la gente no las usa. Son católicos, por ejemplo, porque nacieron de esa manera. Como su familia es católica y fueron bautizados, se casan en una iglesia y creen en Cristo de la misma manera en que creerían en Brahma, Vishnu, y Shiva si hubiesen nacido en una familia hindú. O son socialistas porque sus abuelos eran socialistas y sus padres después de ellos, tener una creencia diferente les resultaría una especie de traición. Para este tipo de personas sus creencias son accidentes, son algo con lo que nacieron, no son algo que han elegido voluntariamente y por eso la identificación es irracional.

Pero una vida de provecho se vive con determinación. Hay que elegir las creencias con cuidado. No importa si algo es cierto o no, las creencias se transforman en pensamientos, los pensamientos en palabras, las palabras en acciones, las acciones en carácter, y el carácter en destino. Hay que elegir y cultivar las creencias porque determinan tu vida.

De vez en cuando también envío un newsletter con lo mejor de internet, cosas que me gustan, y muchas fotos. Si quieres recibirlo te puedes apuntar usando este formulario.